Por Psic. Julio Yescas.
“Te pido que todos sean uno, lo mismo que lo somos tu y yo, Padre. Y que también ellos vivan unidos a nosotros para que el mundo crea que Tú me has enviado” Jn 17,21
En nuestra vida diaria se presentan diversas circunstancias o realidades que nos unen o nos dividen. Por ejemplo, en el aspecto personal, vivimos en el amor, solidaridad, generosidad, pero al mismo tiempo podemos experimentar, odio, soberbia, envidias, etc. Sin embargo, en el drama de la vida, el ser humano está llamado a vivir en relación con los demás, es decir, ser simbólico, lo contrario sería ser diabólico, vivir de espaldas hacia los demás. (En el griego clásico la palabra simbólico viene de Symbolleiem “arrojar cosas para mantenerlas juntas” y diabólico viene de Diabolleiem “arrojar cosas para mantenerlas separadas”)
Cito textualmente a Marcos 5, 2-10 “El endemoniado de Gerasa”
Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo que moraba en los sepulcros ya que nadie podía tenerlo ni siquiera en cadenas. Al ver a Jesús, corrió y se postró ante Él y gritó con fuerte voz ¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo del Altísimo? … Y le preguntó ¿Cuál es tu nombre? Le contesta. Mi nombre es legión, porque somos muchos.
El hombre endemoniado (diabólico) vivía fragmentado, dividido, no vivía en la ciudad, no hacía comunidad, vivía en los sepulcros, es decir, en la oscuridad. Este hombre al no tener un objetivo claro en su vida arrojaba desde su interior envidias, soberbia… para desunir. De tal manera, están fuerte la presencia de Jesús, que éste endemoniado, le sale al encuentro, cae de rodillas y lo llama Hijo del Altísimo. De este modo, inició un proceso de conversión en caminado hacia la unidad (simbólico). Por tanto, cuando el ser humano se pone en relación con los demás y reconoce la presencia de Dios, inicia un proceso de comunión que le ayudará para vivir en plenitud.
Por ello, es necesario, vivir sin máscaras, sin ataduras, libres para formar una común-unión con los demás. Por tanto, si tu vida está agobiada y fatigada dale la carga a Jesús que él te dará alivio.
CONCLUSIÓN
“Que Cristo habite por la fe en sus corazones, para que arraigados y cimentados en el amor puedan comprender con todos los santos, cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad y conocer el amor de Cristo que excede todo conocimiento para que se vayan llenando hasta la total plenitud de Dios” Ef. 3, 17.
¿Qué estamos haciendo nosotros para vivir en el amor y en la unidad?